Cuadro sinóptico de las funciones de cada lóbulo cerebral

 A continuación, se representa por medio de un cuadro sinóptico la función de cada uno de los lóbulos cerebrales, trastornos relacionados con este y un caso que es tomado como ejemplo. 

Cuadro sinóptico 
















por consiguiente, encuentra los casos relacionados con cada lóbulo cerebral. 


Lóbulo occipital

Caso B.K.: daño de V1 y un escotoma

 Una mañana, B.K. se despertó y descubrió que presentaba una hemianopsia izquierda. Dado su antecedente de una migraña clásica en la cual el aura era casi siempre en el campo izquierdo, probablemente sufrió un accidente cerebrovascular migrañoso. (Para una explicación detallada de la migraña, véase Sección 26.6). En algunas horas, el campo visual inferior comenzó a retornar, pero el cuadrante superior izquierdo fue más lento para mostrar algún cambio. La RM en la figura 13.12A muestra un infarto claro (tejido muerto) en el área occipital derecha. El tamaño de un defecto visual campimétrico se mide en forma rutinaria con la perimetría, un método estandarizado en el cual el sujeto fija la mirada en un punto negro en el centro de una semiesfera grande y blanca. Se hace mover una pequeña luz alrededor del campo, y la tarea es indicar dónde se visualiza la luz. El brillo y el tamaño de la luz pueden variarse para manipular la dificultad de esta tarea. Se construye un mapa del rendimiento que indica el área de “ceguera” en un diagrama de los campos visuales.

La naturaleza de los defectos campimétricos de B.K. puede ilustrarse mejor en el contexto de su evolución posaccidente cerebrovascular. En los 2 o 3 primeros días, su campo visual se presentó oscuro, en gran parte como si un trozo de vidrio polarizado estuviera bloqueando su visión del mundo exterior. Al cuarto día, esta oscuridad había desaparecido y fue reemplazada por un “ruido visual” (un escotoma centelleante) en gran parte del campo visual, especialmente en el área del escotoma.

 Un fenómeno curioso se observó por primera vez durante la perimetría realizada 4 días después del accidente cerebrovascular. Si la luz del estímulo se movía hacia el campo ciego, B.K. no la percibía hasta que se la movía hacia otro cuadrante. Sin embargo, curiosamente B.K. tomaba consciencia inmediatamente (en la parte oculta) de que la luz había estado presente en el campo ciego y podía establecer con precisión dónde había ingresado. En otras palabras, B.K. percibía la localización sin poder percibir el contenido. Recordemos que el coronel P.M. también experimentó este fenómeno, conocido como visión ciega. 

En los 4 a 6 meses siguientes, el área de ceguera disminuyó algo, y la agudeza en la periferia de B.K. mejoró significativamente. Sin embargo, aproximadamente 30 años después, la visión de formas sigue siendo bastante mala en el cuadrante superior izquierdo, fuera del escotoma. El escotoma centeallante aún está presente y muestra pocos cambios desde los primeros días después del accidente cerebrovascular.

 Los fenómenos visuales observados por B.K. indican que el área V1 (y probablemente el área V2) tiene un área de muerte celular total (el escotoma denso). La escasa visión de las formas en el resto del cuadrante puede deberse a una pérdida de algunas neuronas en el área V1 pero no de todas ellas, posiblemente solo aquellas que son especialmente sensibles a un período de flujo sanguíneo reducido o isquemia. La escasa visión de la forma también podría atribuirse al hecho de que otras áreas visuales, especialmente el área V2, se mantienen intactas. 

Los síntomas de B.K. muestran que otras áreas occipitales son funcionales, porque él percibe el color y el movimiento aun sin percibir el escotoma. Así, B.K. puede percibir con exactitud el color o el movimiento de los objetos que no puede identificar. Aquellos que son miopes experimentan un fenómeno similar: se pueden percibir los colores de los objetos o de las luces, pero la forma es irreconocible. Por lo tanto, el accidente cerebrovascular de B.K. confirma la presencia de al menos cuatro funciones visuales independientes: forma (que está ausente), color, movimiento y localización (que están respetadas). 

La pérdida de un cuarto de la fóvea condujo a B.K. a cometer distintos errores visuales. Inmediatamente después del accidente cerebrovascular, podía leer solo con gran dificultad. Cuando miramos una palabra, el punto de fijación está en el centro de la palabra, de modo que para B.K. la mitad de la palabra estaba ausente. En efecto, B.K. tenía dificultad para encontrar el borde de la página porque estaba en el campo ciego. La lectura normal retornó a medida que aprendió a dirigir su mirada ligeramente hacia la izquierda y arriba (probablemente alrededor de 2º en cada dirección), lo que permitía que las palabras cayeran en el área normal del campo visual. 

Esta “recuperación” tardó aproximadamente 6 semanas. El retorno a los partidos de squash y de tenis también representó un desafío, porque cuando una pelota entraba en el escotoma se perdía para él. Asimismo, el reconocimiento facial fue más lento de lo que había sido antes del accidente cerebrovascular, porque la información en el campo visual izquierdo parece ser particularmente importante para reconocer rostros. (Kolb, B. 2017. pg. 362-363). 


Lóbulo parietal 

Caso de S. S. sufrió crisis comicial 

El 24 de agosto de 1975, S.S., un varón de 11 años, sufrió súbitamente una crisis comicial caracterizada por contracciones del lado derecho del cuerpo, sobre todo del brazo y el rostro. Recibió medicación anticonvulsivante y se mantuvo libre de síntomas hasta el 16 de septiembre, cuando comenzó a escribir invirtiendo lo de arriba hacia abajo y hacia atrás. S.S. fue derivado inmediatamente a un neurólogo, quien diagnosticó un astrocitoma maligno parietal izquierdo. La evaluación neuropsicológica cuidadosa mostró algunos síntomas característicos de las lesiones parietales izquierdas: 

• Función alterada del lenguaje. S.S. era incapaz de escribir incluso su nombre (agrafia), tenía graves dificultades para leer (dislexia) y hablaba lenta y pausadamente, cometiendo errores de gramática (disfasia). 

• Apraxia. S.S. no podía combinar bloques para formar diseños y tenía dificultad para aprender una secuencia de nuevos movimientos de las extremidades (véase la siguiente subsección). 

• Discalculia. S.S. no podía realizar aritmética mental y no podía resolver incluso sumas o restas simples. • Recuerdo. El paciente tenía una capacidad para recordar números especialmente baja, y solo podía dominar el recuerdo inmediato de tres números, presentados en forma oral o visual. 

• Discriminación derecha-izquierda. Era totalmente incapaz de distinguir la izquierda de la derecha, y respondía al azar en todas las pruebas sobre esta capacidad.  

• Hemianopsia derecha. Probablemente debido a que su tumor había dañado las conexiones geniculoestriadas, a medida que el tumor de S.S. progresó, se alteró el movimiento del lado derecho de su cuerpo cuando el tumor presionó el lóbulo frontal. 

S.S. falleció al final de octubre de 1975; ni la cirugía ni los fármacos pudieron detener el crecimiento tumoral. Los síntomas que mostró S.S. se asemejan a aquellos de otros pacientes que hemos visto con lesiones parietales izquierdas, incluido H.P., con cuya historia comienza este capítulo. Curiosamente, S.S. no tenía agnosia de los dedos, uno de los síntomas del síndrome de Gerstmann, lo que señala el hecho de que incluso lesiones muy grandes no producen los mismos efectos en todos los pacientes. (Kolb, B. 2017. pg. 390-391) 


Lóbulo temporal 

Caso de H. H

Cuando tenía 40 años, H.H., un exitoso abogado corporativo con esposa y dos hijos en edad escolar descubrió que su trabajo era cada vez más estresante. Cuando súbitamente H.H. anunció que dejaba el trabajo en el estudio jurídico, su esposa estaba sorprendida. 

H.H. refirió estar tan tensionado que simplemente no podía recordar los casos en los que estaba trabajando y que sentía que no podía continuar como abogado. No tenía ningún plan de cómo podía mantener a su familia, pero curiosamente parecía no estar preocupado. 

Un par de semanas más tarde, H.H. se afeitó todo el cabello, se vistió con una túnica suelta y abandonó a su familia para unirse a un grupo religioso. Su esposa desde hacía 15 años estaba asombrada por este súbito cambio de conducta: hasta este momento, H.H. había sido ateo. 

La esposa fue notificada 2 semanas más tarde de que H.H. había perdido el conocimiento y sufrido una crisis convulsiva mientras repartía flores y panfletos de paz en un gran aeropuerto de los Estados Unidos. Fue trasladado al hospital en un estado de confusión. El examen neurológico puso en evidencia un tumor del lóbulo temporal izquierdo. Afortunadamente, el tumor era operable y fue extirpado. 

H.H. quedó afásico después de la cirugía, pero este trastorno desapareció en cuestión de semanas. Quedó con dificultades persistentes para encontrar palabras, lo que solo constituía un problema cuando estaba cansado. Sin embargo, siguió refiriendo problemas con la memoria verbal. 

La esposa de H.H. dijo que su personalidad seguía siendo distinta, en gran parte porque seguía siendo religioso. Finalmente, H.H. retornó con éxito al estudio jurídico, aunque con una carga de casos reducida en comparación con los días previos al tumor.

H.H. mostraba síntomas típicos de un trastorno del lóbulo temporal, que incluían cambios radicales en el afecto (emoción) y la personalidad, trastornos de la memoria y por lo menos una alteración transitoria del lenguaje. En este capítulo, observamos la anatomía del lóbulo temporal (destacada en la imagen cerebral anterior), presentamos un modelo teórico de su función, describimos los síntomas básicos que señalan el daño del lóbulo temporal y describimos brevemente las pruebas clínicas de función del lóbulo temporal. (Kolb, B. 2017. pg. 400) 


Lóbulo frontal 

Caso de M. L. autorregulación 

En la Sección 16.2 describimos a M.L. como un paciente típico de las personas con lesiones frontales ventrales, que tienen déficits en la regulación de su conducta en situaciones no estructuradas, en parte por una pérdida de conciencia autonoética. M.L. había sido vendedor y sabía cuál había sido su trabajo y que había viajado mucho. Sin embargo, cuando lo presionaron no pudo aportar ninguna anécdota personal sobre su trabajo. 

Por ejemplo, cuando se le preguntó si había asistido a conferencias, M.L. dijo que sí, había asistido a menudo; era una parte importante de su trabajo, aunque no podía nombrar ninguna experiencia que hubiera tenido en una conferencia. Su conocimiento autobiográfico se había perdido. 

Uno puede imaginarse cómo sería este deterioro si piensa en la escuela secundaria. Todos tenemos conciencia de haber asistido a la escuela secundaria y podemos describir cómo era. Presumiblemente, también podrían hacerlo pacientes con M.L. Sin embargo, la diferencia es que nosotros podemos describir acontecimientos personales que sucedieron en la escuela secundaria, mientras que M.L. no podría hacerlo. Nosotros podemos ver inmediatamente por qué M.L. tenía dificultad para relacionarse con su esposa: simplemente no podía recordar circunstancias que explicarían por qué estaban casados. La pérdida de conocimiento autobiográfico claramente hace difícil ubicar en contexto los acontecimientos vitales y conduce a dificultades para regular la flexibilidad conductual. (Kolb, B. 2017. pg. 445)   


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